En los primeros de mayo de 1886 y 1890, culminaron heroicas luchas obreras que consiguieron imponer considerables reducciones de jornada laboral en el ámbito internacional. Varias décadas anteriores, los obreros ya venían planteando la razonada reivindicación del reparto del trabajo para reducir jornada, evitar despidos y generar empleo. Marx y Engels, en todo momento, resaltaron la importancia de esta reivindicación. En ella convergían las mayores diferencias de intereses de clase. Según Marx; la expulsión fuera del mercado de una masa creciente de fuerza de trabajo, no es un signo de crisis, sino exactamente de todo lo contrario.
El caso es, que por diversos motivos (como la corrupción, la desviación y el miedo de los dirigentes políticos y sindicales, el desarrollo de los medios de comunicación, en manos de la clase capitalista y tal vez, también otras cuestiones, como la revolución bolchevique en un país de miseria, las confusiones creadas por la primera y la segunda guerra mundial…) se produjo un olvido de esa reivindicación, clave, para avanzar con firmeza y contenidos hacía la transformación de la sociedad.
De este olvido se deriva, que se deje de agudizar las contradicciones del sistema capitalista; por el contrario, el mismo encuentra su salida, haciéndolas recaer en la clase obrera. Por eso, las predicciones del marxismo, hasta aquí, se habían ido desvaneciendo. Es así que, todo y teniendo en cuenta, la situación actual de desastre y contradicciones del sistema capitalista este, de nuevo, saldrá adelante sometiendo a mayores calamidades a la clase obrera.
Hemos visto como desde sus mismísimas tumbas, los barbudos, le acaban de dar jaque al aberrante sistema… El colmo de la superación de la realidad sobre ficciones y fantasías, sería, que a demás desde sus “refugios”, les dieran mate, y nos dijeran a todos: ¡Ahí tenis “almas de cántaros”, repartir el esfuerzo y sus beneficios!
En el Estado español, el olvido de esta reivindicación de la exigencia del reparto del trabajo y la riqueza, se agudiza más, a raíz del 1977… El Partido Comunista renuncia a la lucha consecuente y en aras a su legalización, acepta cuanto le ponen por delante arrastrando en sus trágalas a CC.OO., (único sindicato con capacidad para confrontar contra el capital) obligándolo a jugar un papel interclasista y de traición.
Con esta degeneración de la izquierda, el capitalismo toma la iniciativa, e invierten la lógica y práctica histórica, en la que los trabajadores tenían el legítimo “monopolio” de la reivindicación y de la aspiración a mejorar constantemente sus condiciones de vida y trabajo. En este marco, los sindicalistas de CC.OO., y los militantes del Partido Comunita, no sólo abrazaron el reformismo que habían venido detestando y criticando, sino que lo sobrepasaron, jugando un papel frente al capital (en sintonía con el sindicalismo y el socialismo de última hora de UGT y del PSOE) que consistía en procurar no perder, “exageradamente”, las conquistas laborales y sociales que se tenían.
Como consecuencia de esa cómoda e irresponsable actitud, en el conjunto del Estado, se está sufriendo un mayor deterioro en lo laboral y social, que en la mayoría del resto de Europa. A su vez, somos un ejemplo, que sirve al capitalismo, para infringir una mayor derrota a la clase obrera de los demás países.
Toda esta nefasta dinámica, ha “naturalizado” la insolidaridad entre la clase obrera que, poco a poco, retroceso tras retroceso ha venido optando por el sálvese quien pueda y haciendo suya la salvaje competitividad: antítesis total y brutal de la solidaridad de clase y de la histórica reivindicación.
EL capitalismo, con su clase antagónica en el limbo; conscientes de la inevitable necesidad de reducir tiempo de trabajo, lo imponen según sus intereses: “la precariedad laboral”. Definición que le hemos dado nosotros cuando, a fin de cuentas, solo es precariedad salarial.
./…
Así pues, con todo este panorama, la comprensión sobre la importancia de esa reivindicación clave, es mucho más difícil adquirirla. Cuando un roto es pequeño es fácil aplicarle un cosido, pero si se deja y con el tiempo se hace enorme, entonces no solo es difícil sino que ni tan siquiera se ve la necesidad de su reparación. Es la teoría que se deja de explicar un día y otro día y, cuando ha pasado un año y, sobre todo, muchos años, no sólo se pierde la conciencia de su importancia, sino que se pierde la noción de si, en algún momento esa teoría, pudo haber existido. Y es que a veces, podemos perder hasta el sentido de nuestra propia existencia.
¿Que diría el poeta Antiparos, de la época de Cicerón (cita Lafargue en su “Derecho a la pereza”) “cuando cantaba la invención del molino de agua que venía a libertar a las mujeres esclavas…” si hoy estuviera presente entre las “máquinas espirituales”, que siguen esclavizando a miles de personas, al tiempo que otros miles de seres humanos son almacenados en el desempleo y en diversos focos de miserias?.
“Que no se nos diga que somos utópicos, porque la utopía es precisamente empecinarse en mantener el empleo a cuarenta horas semanales, cuando enormes fábricas automatizadas emplean diez operarios donde antes se ocuparía un millar”. 1983, del Paro al ocio. Ensayo de Luis Racionero.
A principio de los 70, cuando Tony Negri tenía la cabeza “mejor colocada” sobre sus hombros, teorizaba sobre el no-trabajo como una determinación material del fin del siglo. Según G. Albiac, Negri, “teorizó eso, como sola definición no genocida del comunismo”.
En los años 60, Herbert Marcuse, teorizó hasta la saciedad sobre la irracionalidad de la superproducción, del consumismo absurdo, de la repulsión que inspiraba el despilfarro, la brutalidad y la ignorancia de las personas.
En 1934, Albert Einstein en “Mis ideas y opiniones” Pág. 77, escribe a un amigo suyo: “Querido Verlag… Esta crisis, tal como yo la veo, tiene un carácter distinto a las crisis anteriores, por basarse en una serie de condiciones totalmente nuevas, nacidas del rápido progreso de los medios de producción. Actualmente solo se necesita una fracción del trabajo humano disponible en el mundo para la producción del volumen total de bienes de consumo necesario para la vida. Este hecho en un sistema de “laissez faire” absoluto, tiene que generar paro.” Por cierto, Einstein, no era marxista. Era un científico muy inteligente, que socialmente sabía razonar.
…Así pues, sería conveniente que, desde posiciones consecuentemente revolucionarias, se convergiera en debates con toda la seriedad y profundidad que requiere la lucha de clases y se dejara de correr de un lado para otro, con “cubitos de agua”, tratando de apagar enormes incendios que cada vez arden más.
Nota: “almas de cántaros” quiere decir: ignorantes, cabezas huecas, etc.
El caso es, que por diversos motivos (como la corrupción, la desviación y el miedo de los dirigentes políticos y sindicales, el desarrollo de los medios de comunicación, en manos de la clase capitalista y tal vez, también otras cuestiones, como la revolución bolchevique en un país de miseria, las confusiones creadas por la primera y la segunda guerra mundial…) se produjo un olvido de esa reivindicación, clave, para avanzar con firmeza y contenidos hacía la transformación de la sociedad.
De este olvido se deriva, que se deje de agudizar las contradicciones del sistema capitalista; por el contrario, el mismo encuentra su salida, haciéndolas recaer en la clase obrera. Por eso, las predicciones del marxismo, hasta aquí, se habían ido desvaneciendo. Es así que, todo y teniendo en cuenta, la situación actual de desastre y contradicciones del sistema capitalista este, de nuevo, saldrá adelante sometiendo a mayores calamidades a la clase obrera.
Hemos visto como desde sus mismísimas tumbas, los barbudos, le acaban de dar jaque al aberrante sistema… El colmo de la superación de la realidad sobre ficciones y fantasías, sería, que a demás desde sus “refugios”, les dieran mate, y nos dijeran a todos: ¡Ahí tenis “almas de cántaros”, repartir el esfuerzo y sus beneficios!
En el Estado español, el olvido de esta reivindicación de la exigencia del reparto del trabajo y la riqueza, se agudiza más, a raíz del 1977… El Partido Comunista renuncia a la lucha consecuente y en aras a su legalización, acepta cuanto le ponen por delante arrastrando en sus trágalas a CC.OO., (único sindicato con capacidad para confrontar contra el capital) obligándolo a jugar un papel interclasista y de traición.
Con esta degeneración de la izquierda, el capitalismo toma la iniciativa, e invierten la lógica y práctica histórica, en la que los trabajadores tenían el legítimo “monopolio” de la reivindicación y de la aspiración a mejorar constantemente sus condiciones de vida y trabajo. En este marco, los sindicalistas de CC.OO., y los militantes del Partido Comunita, no sólo abrazaron el reformismo que habían venido detestando y criticando, sino que lo sobrepasaron, jugando un papel frente al capital (en sintonía con el sindicalismo y el socialismo de última hora de UGT y del PSOE) que consistía en procurar no perder, “exageradamente”, las conquistas laborales y sociales que se tenían.
Como consecuencia de esa cómoda e irresponsable actitud, en el conjunto del Estado, se está sufriendo un mayor deterioro en lo laboral y social, que en la mayoría del resto de Europa. A su vez, somos un ejemplo, que sirve al capitalismo, para infringir una mayor derrota a la clase obrera de los demás países.
Toda esta nefasta dinámica, ha “naturalizado” la insolidaridad entre la clase obrera que, poco a poco, retroceso tras retroceso ha venido optando por el sálvese quien pueda y haciendo suya la salvaje competitividad: antítesis total y brutal de la solidaridad de clase y de la histórica reivindicación.
EL capitalismo, con su clase antagónica en el limbo; conscientes de la inevitable necesidad de reducir tiempo de trabajo, lo imponen según sus intereses: “la precariedad laboral”. Definición que le hemos dado nosotros cuando, a fin de cuentas, solo es precariedad salarial.
./…
Así pues, con todo este panorama, la comprensión sobre la importancia de esa reivindicación clave, es mucho más difícil adquirirla. Cuando un roto es pequeño es fácil aplicarle un cosido, pero si se deja y con el tiempo se hace enorme, entonces no solo es difícil sino que ni tan siquiera se ve la necesidad de su reparación. Es la teoría que se deja de explicar un día y otro día y, cuando ha pasado un año y, sobre todo, muchos años, no sólo se pierde la conciencia de su importancia, sino que se pierde la noción de si, en algún momento esa teoría, pudo haber existido. Y es que a veces, podemos perder hasta el sentido de nuestra propia existencia.
¿Que diría el poeta Antiparos, de la época de Cicerón (cita Lafargue en su “Derecho a la pereza”) “cuando cantaba la invención del molino de agua que venía a libertar a las mujeres esclavas…” si hoy estuviera presente entre las “máquinas espirituales”, que siguen esclavizando a miles de personas, al tiempo que otros miles de seres humanos son almacenados en el desempleo y en diversos focos de miserias?.
“Que no se nos diga que somos utópicos, porque la utopía es precisamente empecinarse en mantener el empleo a cuarenta horas semanales, cuando enormes fábricas automatizadas emplean diez operarios donde antes se ocuparía un millar”. 1983, del Paro al ocio. Ensayo de Luis Racionero.
A principio de los 70, cuando Tony Negri tenía la cabeza “mejor colocada” sobre sus hombros, teorizaba sobre el no-trabajo como una determinación material del fin del siglo. Según G. Albiac, Negri, “teorizó eso, como sola definición no genocida del comunismo”.
En los años 60, Herbert Marcuse, teorizó hasta la saciedad sobre la irracionalidad de la superproducción, del consumismo absurdo, de la repulsión que inspiraba el despilfarro, la brutalidad y la ignorancia de las personas.
En 1934, Albert Einstein en “Mis ideas y opiniones” Pág. 77, escribe a un amigo suyo: “Querido Verlag… Esta crisis, tal como yo la veo, tiene un carácter distinto a las crisis anteriores, por basarse en una serie de condiciones totalmente nuevas, nacidas del rápido progreso de los medios de producción. Actualmente solo se necesita una fracción del trabajo humano disponible en el mundo para la producción del volumen total de bienes de consumo necesario para la vida. Este hecho en un sistema de “laissez faire” absoluto, tiene que generar paro.” Por cierto, Einstein, no era marxista. Era un científico muy inteligente, que socialmente sabía razonar.
…Así pues, sería conveniente que, desde posiciones consecuentemente revolucionarias, se convergiera en debates con toda la seriedad y profundidad que requiere la lucha de clases y se dejara de correr de un lado para otro, con “cubitos de agua”, tratando de apagar enormes incendios que cada vez arden más.
Nota: “almas de cántaros” quiere decir: ignorantes, cabezas huecas, etc.