dijous, 19 de novembre del 2009

Viva el mal, viva el capital

Siempre en el “sol que más calienta”, con zambomba en bandolera, letra fácil: zum, zum, zum, zum; Hitler y Stalin los dos son iguales; comunismo y fascismo, uno y otro, son lo mismo. …zum, zum, zum zum… Rancia herencia, que el cojo dejó patentada, para futuros cachorros.

Mal que le pese al del instrumento musical y a sus palmeros; Hitler y el fascismo fue una obra del capitalismo, principalmente, para combatir “al fantasma que recorría el mundo”. Después se pasaron un “pelín” y gracias al “fantasma” pudieron pararle los pies al engendro.

Hay doce páginas que “andan” por Internet, con el título “La primera guerra mundial de las palabras”, a costa de una entrevista, conversación, que Salvador López Arnal, mantiene con el lingüista barcelonés, Txuss Martín, sobre lenguaje y política.

…Te hago una última pregunta, político-lingüística, (le dice Salvador a Txuss) si el término no es una contradicción en si mismo: muchos combatientes comunistas tienen duda, sobre el uso de la palabra “comunismo”. Salvador se extiende recordándole cuanto de nefasto se ha hecho en nombre del comunismo, para terminar con tres preguntas concretas: “¿Pueden seguir llamándose comunistas gentes que lucharon por ese ideario y que no tuvieran nada que ver con las atrocidades del estalinismo o del neoestalinismo? ¿Es un empeño absurdo en tu opinión? La palabra, el concepto que arrastra, ha sido ya condenada a la historia?”.

“Nuestro mundo (dice Txuss) vive en buena parte de las relaciones públicas. Es triste pero verdad. Las palabras se asocian interesadamente con ideas en función de una ideología dominante. Y a la palabra “comunismo” se asocia a esos estados de los que hablabas, y se asocian fácilmente comunismo y fascismo, y lo peor que se puede ser es un nazi o un estalinista, etc., etc. Claro que, bien pensado, todo esto es una visión del mundo que coincide bastante con la de ciertos sectores de la ideología dominante que nos quieren decir que su democracia liberal es el no va más de los sistemas políticos, el súmmum de la historia de la humanidad. Stalin, como Castro o Mao, son dictadores comunistas, pero Hitler, Franco Trujillo o Pinochet no eran dictadores capitalistas.

… No sólo se pasan el día diciéndonos lo bien que estamos en este sistema capitalista, aunque uno no lo sepas, sino que además no paran de decirnos lo malos que llegan a ser los otros sistemas. En general, además, las campañas publicitarias están muy bien pensadas y estudiadas en todos los aspectos, incluido el lingüístico.

…Que la Iglesia católica tuviese un Torquemada y quemase a miles de mujeres y científicos y a todo tipo de persona son cosas que se olvidan o se consideran brutalidades ligadas a una persona que se torció del camino recto, pero se deja claro que esa no es la esencia del sistema. A fin de cuentas, ser un buen cristiano es algo que está muy bien, ¿No? Algo que tiene buena imagen. Stalin, en cambio, no fue un ser brutal en sí mismo, con independencia de con que escusa revistiese su maldad. Es esencial que Stalin fuese un depravado, un asesino de masas, y un tirano porque era comunista.

…Para mí todo esto corresponde a una sociedad en la que lo importante no son los actos, sino cómo se presentan estos actos ante el público, una sociedad en la que lo que importa son las relaciones públicas o una sociedad del espectáculo, por decirlo con Guy Debord, un filósofo que no es tan conocido como Francis Fukuyama, el profeta del fin de la historia en la nómina de la Rand Corporation, organización que tiene entre sus distinguidos miembros al Premio Nobel de la Paz Henry Kissinger o a Donald Rumfeld…”

Para cualquier iniciado en política, la comprensión de todo este texto le ha de ser sencillo. Sin embargo, es también fácil comprender que aquellos que piensan vivir o ya viven como mercenarios mediáticos del poder establecido, se pasen por el forro la verdad y continúen difamando la “ciencia” que trata de acabar con el sistema, que ellos adulan y tratan de proteger con sus escritos manipuladores.

Un sistema inhumano, cuyo funcionamiento hace sucumbir a la muerte sólo por hambre y miseria a ocho millones de personas al año. Por ir probando la pluma. A continuación, hablaremos de muros, de libertad, de igualdad, etc.

José Estrada Cruz