O somos capaces de dar un brusco giro a nuestra capacidad de plantear nuestras razones de clase, o no seremos capaces de salir de la dinámica de confusión y retrocesos en la que nos llevan en volandas. Antes al contrario, nos debilitaremos, ahí, cada vez más.
Cualquier ejemplo debería servir y hay muchos; pero como de lo que se trata es, de que tomemos plena conciencia de esta realidad, basémonos en lo que más fresco y presente está. He aquí, al Gobernador del Banco de España, M. A. Fernández Ordóñez, viene repitiendo, metódicamente, la necesidad de hacer reformas recortando derechos laborales y económicos a los trabajador@s. Es posible que haya sobrepasado, con mucho la cifra de mil repeticiones, según el ejemplo de J. Goebbels, (propagandista nazi alemán) si tenemos en cuenta la multitud de medios y de repeticiones diarias. Su machacona insistencia sobre el mismo tema, aunque planteado con burdos argumentos, siempre deja claro la urgencia de su puesta en marcha y advirtiendo del peligro e inconveniencia de que no se implante de una vez y al 100%. Frente al resto de contendientes, su actitud es demoledora. Zapatero y sus adjuntos, con formas aparentemente suaves,pero sobre la misma base goebbelsista y similar objetivo, hablan y hablan de no socavar los derechos de l@s trabajador@s así como de tirar para adelante reformas prudentes, progresivas, etc. En la práctica más de lo mismo: sacar del atolladero al sistema capitalista perjudicando a la clase obrera. A la par, bien orquestado, otros músicos de la misma banda, sincronizan el ritmo con argucias exagerando y chirriando las notas, como en la última propuesta de contrato laboral, ó a modo de“…Paquito el Chocolatero”: campaña “esto sólo lo arreglamos entre todos”.
Ahora bien, el “truco” no sólo se encuentra en la consecución de resultados por medio de la repetición de una idea ó de un slogan, exagerando la exigencia, introduciendo la mentira como verdad y el absurdo como racional, sino sobretodo, en la neutralización de la verdad de la clase antagónica, consiguiendo que su exposición práctica desaparezca de la escena, por medio de haber logrado borrarla de la mente del que habría de exponerla. Y es que, y aunque este tema no es para abordarlo aquí, los niveles de alienación, como los de la conciencia, están y pueden crecer, más o menos, en el interior de cada uno de nosotros. Posiblemente por ello, el debate ideológico de la clase obrera, se encuentre no sólo desnivelado, sino, en lo fundamental, desaparecido.
El ejemplo de esta última movilización del 23 f. (uno más) es una clara demostración de lo que estoy exponiendo: l@s trabajador@s han salido a la calle a gritar,(“reivindicar”) de nuevo, para que no se les deterioren sus condiciones de vida y trabajo: “no a los 67 años” , cuando en estos momentos de la historia (en el recorrido de la lucha de clases, y no ya sólo por lo que interesa a la clase obrera, sino al conjunto de la humanidad, en base a contundentes razones dialécticas centradas en los avances científicos y técnicos, así como por el sentido histórico del esfuerzo (trabajo) que han de hacer las personas para alcanzar el sustento) la lucha tendría que estar situada sobre la lógica de reducciones drásticas de tiempo de esfuerzo en aportación social, (trabajo), tanto por edad como por día. O sea, “la madre del cordero” se encuentra en el matadero.
Cierto es, que existen grandes diferencias entre quienes monopolizan la representatividad de l@s trabajador@s y quienes deseamos “arrebatársela”; sin embargo, aún siendo abismal la diferencia, basada entre quienes negocian aceptando el empeoramiento de las condiciones laborales y económicas de la clase obrera, y quienes nos oponemos a que tal cosa suceda; para el caso, los resultados, salvo diminutas excepciones, vienen a ser muy parecidos. De ahí, que los derroteros por los que se ve obligado a escapar, una y otra vez,el sistema capitalista sean, exponencialmente, más absurdos y peligrosos. Y como resulta, que sus aberraciones persiguen y consiguen no perder sus privilegios, de paso arrastran consecuencias que se estrellan como losas sobre la clase obrera, pillando también, cada vez más de lleno, a las clases medias. Sin olvidar las perjudiciales repercusiones en el medioambiente.
Si es verdad, como yo sostengo, que el problema de fondo es el desfase filosófico revolucionario de clase, y que por tanto este desfase es determinante para ser víctima de la derrota persistente y agravante, la tarea prioritaria debería estar centrada en resolver esta cuestión. Resolución que al mismo tiempo facilitaría el entendimiento y acercamiento entre toda la veta de la izquierda radical.
Considero decisivo, aclarar si esto es cierto, como se ha producido esta situación, desde cuando, y cuales son los elementos que continúan manteniéndolo y aumentándolo. Es evidente que entre otros, hoy, influye el apabullamiento de los opinadotes oficiales de la “izquierda”, cuyas medias tintas y babas son vertidas a diario y a todas horas en periódicos y en tertulias. Evidentemente que caben grandes diferencias entre sus opiniones y las nuestras, pero en el fondo van socavando y condicionando la verdad de clase más profunda. Debemos retener la afirmación de Goebbels, si no queremos olvidar la verdadera importancia que tiene.
Pero también inciden los efectos que provocan los intelectuales “relevantes” de la izquierda no oficial; es decir, los de aquellos que siendo de nuestra confianza por sus posiciones críticas contra el sistema capitalista y favorables a los pueblos, en el ámbito internacional, están favoreciendo el estancamiento en el despiste, ya que sus opiniones y sus análisis sobre cuanto ocurre, apenas va más allá de mostrarnos una y otra vez, eficaz y minuciosamente, eso si, la aberrante anatomía económica del sistema capitalista y sus brutales métodos de poder y explotación. No me cabe la menor duda, que sería de trascendente utilidad si estas buenas gentes, a la par, explicaran (dedicándole mucho más espacio) las posibilidades que la humanidad tiene para construir un mundo de ensueño, infinitamente mejor, donde se sustituye la confrontación por la colaboración y la cantidad por la calidad. No se puede avanzar sin generar sugestividad sobre la verdad.
En estas propuestas sería conveniente que se eliminara el concepto de trabajo y se sustituyera, por ejemplo, por el de aportación social y en base a las personas que están en condiciones de intervenir, sin hacer más esfuerzo del que se precisa para vivir sin agobios y con calidad. Sin necesidad de echar mano de nuestros clásicos, decimonónicos, más contundentes, como Lafargue, Kropotkin y otros, en la defensa del tiempo para disfrutar y no para trabajar; podemos citar al bueno e inteligente de Einstein; libre de ser un visceral rojo, cuando en el 34 del pasado reciente, opinaba sobre las medidas irremediables que se habrían de tomar en cuanto a reducciones sustancialesde jornada de trabajo, razonando la capacidad que ya existía para obtener los vienes de consumo necesarios y como forma de evitar el desempleo.
Por supuesto que es importante gritar que otro mundo es posible. Pero será transcendente cuando lo dibujemos miles y millones de veces, sobre las bases de la dialéctica radical de clase. Incidir es llegar, y se ha de llegar con extensos paquetes que revienten de verdad y razón.
Cualquier ejemplo debería servir y hay muchos; pero como de lo que se trata es, de que tomemos plena conciencia de esta realidad, basémonos en lo que más fresco y presente está. He aquí, al Gobernador del Banco de España, M. A. Fernández Ordóñez, viene repitiendo, metódicamente, la necesidad de hacer reformas recortando derechos laborales y económicos a los trabajador@s. Es posible que haya sobrepasado, con mucho la cifra de mil repeticiones, según el ejemplo de J. Goebbels, (propagandista nazi alemán) si tenemos en cuenta la multitud de medios y de repeticiones diarias. Su machacona insistencia sobre el mismo tema, aunque planteado con burdos argumentos, siempre deja claro la urgencia de su puesta en marcha y advirtiendo del peligro e inconveniencia de que no se implante de una vez y al 100%. Frente al resto de contendientes, su actitud es demoledora. Zapatero y sus adjuntos, con formas aparentemente suaves,pero sobre la misma base goebbelsista y similar objetivo, hablan y hablan de no socavar los derechos de l@s trabajador@s así como de tirar para adelante reformas prudentes, progresivas, etc. En la práctica más de lo mismo: sacar del atolladero al sistema capitalista perjudicando a la clase obrera. A la par, bien orquestado, otros músicos de la misma banda, sincronizan el ritmo con argucias exagerando y chirriando las notas, como en la última propuesta de contrato laboral, ó a modo de“…Paquito el Chocolatero”: campaña “esto sólo lo arreglamos entre todos”.
Ahora bien, el “truco” no sólo se encuentra en la consecución de resultados por medio de la repetición de una idea ó de un slogan, exagerando la exigencia, introduciendo la mentira como verdad y el absurdo como racional, sino sobretodo, en la neutralización de la verdad de la clase antagónica, consiguiendo que su exposición práctica desaparezca de la escena, por medio de haber logrado borrarla de la mente del que habría de exponerla. Y es que, y aunque este tema no es para abordarlo aquí, los niveles de alienación, como los de la conciencia, están y pueden crecer, más o menos, en el interior de cada uno de nosotros. Posiblemente por ello, el debate ideológico de la clase obrera, se encuentre no sólo desnivelado, sino, en lo fundamental, desaparecido.
El ejemplo de esta última movilización del 23 f. (uno más) es una clara demostración de lo que estoy exponiendo: l@s trabajador@s han salido a la calle a gritar,(“reivindicar”) de nuevo, para que no se les deterioren sus condiciones de vida y trabajo: “no a los 67 años” , cuando en estos momentos de la historia (en el recorrido de la lucha de clases, y no ya sólo por lo que interesa a la clase obrera, sino al conjunto de la humanidad, en base a contundentes razones dialécticas centradas en los avances científicos y técnicos, así como por el sentido histórico del esfuerzo (trabajo) que han de hacer las personas para alcanzar el sustento) la lucha tendría que estar situada sobre la lógica de reducciones drásticas de tiempo de esfuerzo en aportación social, (trabajo), tanto por edad como por día. O sea, “la madre del cordero” se encuentra en el matadero.
Cierto es, que existen grandes diferencias entre quienes monopolizan la representatividad de l@s trabajador@s y quienes deseamos “arrebatársela”; sin embargo, aún siendo abismal la diferencia, basada entre quienes negocian aceptando el empeoramiento de las condiciones laborales y económicas de la clase obrera, y quienes nos oponemos a que tal cosa suceda; para el caso, los resultados, salvo diminutas excepciones, vienen a ser muy parecidos. De ahí, que los derroteros por los que se ve obligado a escapar, una y otra vez,el sistema capitalista sean, exponencialmente, más absurdos y peligrosos. Y como resulta, que sus aberraciones persiguen y consiguen no perder sus privilegios, de paso arrastran consecuencias que se estrellan como losas sobre la clase obrera, pillando también, cada vez más de lleno, a las clases medias. Sin olvidar las perjudiciales repercusiones en el medioambiente.
Si es verdad, como yo sostengo, que el problema de fondo es el desfase filosófico revolucionario de clase, y que por tanto este desfase es determinante para ser víctima de la derrota persistente y agravante, la tarea prioritaria debería estar centrada en resolver esta cuestión. Resolución que al mismo tiempo facilitaría el entendimiento y acercamiento entre toda la veta de la izquierda radical.
Considero decisivo, aclarar si esto es cierto, como se ha producido esta situación, desde cuando, y cuales son los elementos que continúan manteniéndolo y aumentándolo. Es evidente que entre otros, hoy, influye el apabullamiento de los opinadotes oficiales de la “izquierda”, cuyas medias tintas y babas son vertidas a diario y a todas horas en periódicos y en tertulias. Evidentemente que caben grandes diferencias entre sus opiniones y las nuestras, pero en el fondo van socavando y condicionando la verdad de clase más profunda. Debemos retener la afirmación de Goebbels, si no queremos olvidar la verdadera importancia que tiene.
Pero también inciden los efectos que provocan los intelectuales “relevantes” de la izquierda no oficial; es decir, los de aquellos que siendo de nuestra confianza por sus posiciones críticas contra el sistema capitalista y favorables a los pueblos, en el ámbito internacional, están favoreciendo el estancamiento en el despiste, ya que sus opiniones y sus análisis sobre cuanto ocurre, apenas va más allá de mostrarnos una y otra vez, eficaz y minuciosamente, eso si, la aberrante anatomía económica del sistema capitalista y sus brutales métodos de poder y explotación. No me cabe la menor duda, que sería de trascendente utilidad si estas buenas gentes, a la par, explicaran (dedicándole mucho más espacio) las posibilidades que la humanidad tiene para construir un mundo de ensueño, infinitamente mejor, donde se sustituye la confrontación por la colaboración y la cantidad por la calidad. No se puede avanzar sin generar sugestividad sobre la verdad.
En estas propuestas sería conveniente que se eliminara el concepto de trabajo y se sustituyera, por ejemplo, por el de aportación social y en base a las personas que están en condiciones de intervenir, sin hacer más esfuerzo del que se precisa para vivir sin agobios y con calidad. Sin necesidad de echar mano de nuestros clásicos, decimonónicos, más contundentes, como Lafargue, Kropotkin y otros, en la defensa del tiempo para disfrutar y no para trabajar; podemos citar al bueno e inteligente de Einstein; libre de ser un visceral rojo, cuando en el 34 del pasado reciente, opinaba sobre las medidas irremediables que se habrían de tomar en cuanto a reducciones sustancialesde jornada de trabajo, razonando la capacidad que ya existía para obtener los vienes de consumo necesarios y como forma de evitar el desempleo.
Por supuesto que es importante gritar que otro mundo es posible. Pero será transcendente cuando lo dibujemos miles y millones de veces, sobre las bases de la dialéctica radical de clase. Incidir es llegar, y se ha de llegar con extensos paquetes que revienten de verdad y razón.
05-03-2010
José Estrada Cruz